Protagonista de leyendas y creencias populares, su solitaria estampa dentro del bosque gomero de la laurisilva ya no es tan solitaria, aunque el ejemplar al que acudían las sirvientas por orden de sus señoras a coger hojas (como prueba de que habían llegado hasta allí en busca del agua de la fuente) ha muerto. Sexta entrega de la serie “Árboles de Canarias”. Ilustración a partir de un dibujo de Mary Anne Kunkel cedida al autor del artículo. [En PELLAGOFIO nº 17 (2ª época, febrero 2014)].
Por JUAN GUZMÁN OJEDA
Ingeniero técnico forestal
Entre las leyendas que surgen de la relación bosque-hombre, una de la más conocidas en La Gomera, la isla de la laurisilva encantada, gira en torno a los manantiales de Los Chorros de Epina, en el municipio norteño de Vallehermoso. El agua, catalizada por el contacto íntimo entre la niebla y la foresta, lleva tanto tiempo brotando de entre las rocas, que incluso se dice que Gara, la princesa de Agulo, llegó a mirarse entre las aguas de Epina para predecir su infortunio amoroso.
SU TORTUOSO ESQUELETO VEGETAL, DE MÁS DE UN METRO DE DIÁMETRO, SIRVE DE GRAN MACETERO A MUSGOS, HELECHOS, LÍQUENES Y PEQUEÑAS CRASAS RUPÍCOLAS
En la actualidad, la fuente está compuesta por siete caños superiores y otro inferior que alivia la poceta, todos tallados en madera de brezo (Erica arborea). Existen distintas versiones populares sobre lo que te puede ocurrir según del caño y el orden en que bebas, incluso puedes convertirte en bruja, pero además existe una fábula que relaciona este naciente con uno de los árboles canarios menos comunes: el aderno (Heberdenia excelsa), raramente conocido también como sacatero.
La tradición oral cuenta que antaño, cuando el municipio casi doblaba su población actual, los ricos del casco urbano mandaban a sus criadas a buscar agua a Los Chorros de Epina, ya que por su pureza natural se le atribuían cualidades sanadoras. Para autentificar la procedencia, las nobles terratenientes exigían a sus sirvientas una evidencia de haber estado en el lugar, esta prueba era una hoja de aderno.
Sin hojas en 2014
Y cierto es que junto al sendero hacia Arure (GR-132) se localiza un viejo aderno (28º 09´48´´ N y 17º 17´ 53´´ W), apenas a 200 metros antes de llegar a oír el borboteo de la fuente. Debemos lamentar que tras la visita realizada en fechas recientes [31 enero 2014], el ejemplar en cuestión no exhibía ninguna hoja y esta especie no es precisamente caduca. Este ejemplar singular que, supuestamente, enlazaría con la cultura oral, probablemente pereciera durante el pasado año. A juzgar por su aspecto, durante su etapa juvenil debió ser víctima de un importante movimiento de tierra o bien puede que viviera subyugado a la sombra de otro gran árbol ya que su tronco, de apenas 6 metros de largo, se encuentra prácticamente horizontal al camino, creciendo desde la pendiente hacia el vacío.
SU TORTUOSO ESQUELETO VEGETAL, DE MÁS DE UN METRO DE DIÁMETRO, SE ENCUENTRA ABIERTO Y DESGARRADO POR EL PASO DE LOS INCONTABLES AÑOS
Ahora, su tortuoso esqueleto vegetal, de más de un metro de diámetro, se encuentra abierto y desgarrado por el paso de los incontables años, sirviendo a modo de gran macetero proporcionando sustrato y soporte a musgos, helechos, líquenes y pequeñas crasas rupícolas.
Desmitificando su soledad
Pese a que algunos textos científicos atribuyen la capacidad de esta mirsinácea para emitir brotes de raíz (o geneta), como hace su pariente el marmulán (Sideroxylon canariensis), por nuestra parte no se ha podido advertir la presencia de los mismos, circunstancia que frena la regeneración natural de este individuo en particular. No obstante los guías del Parque Nacional de Garajonay nos confirman la presencia de otros adernos en la zona, desmitificando la creencia popular sobre la solitaria existencia de este árbol en toda la isla.
Claro está que la causa de la muerte de este ejemplar no debieron de ser las hojas que, como pruebas de fe, les iba regalando a las pobres esclavas del agua que además, a buen seguro, arriesgarían su propia vida para llegar a alcanzarlas. Como recoge José Perera, alguna había más avispada que venía con la hojita del árbol pero con la talla vacía, llenándola en el barranco de Macayo, ya cerca de la entrada a la pedanía urbana de Vallehermoso.
Y no queremos terminar sin añadir que mientras la bruma siga acariciando y jugando con el monteverde gomero, continuarán manando “las canales” de la fuente para mantener viva tanto la leyenda del único aderno como el sabor también único de la fresca e incomparable agua del monte.
Fuente: http://pellagofio.es/rutas/arboles-de-canarias/el-legendario-aderno-de-los-chorros-de-epina/